Mitos y Leyendas
Leyendas
Mul gwishin
Los Mul gwishin son los fantasmas de las personas que murieron ahogados o cerca del rió, los cuales quedan atrapados en ésta sufriendo por la constante soledad.
Esta leyenda cuenta sobre una joven de 23 años que fue brutalmente torturada a la orilla del rió y después fue ahogada en las aguas del mismo. Las autoridades al encontrar su cuerpo decidieron darle el entierro decente que le correspondía; pero el alma de ésta quedó descontenta porque deseaba justicia, ya que con anterioridad había avisado que la estaban acosando y no hicieron nada. A los días siguientes las personas que iban a lavar la ropa se encontraban con piedras apilas, pero no se preocupaban porque pensaban que los familiares lo habían hecho en su honor, con fines de purificar su alma y que sus oraciones llegasen a los cielos.
Al pasar los días, la gente empezó a ver animales ahogados y en su rostro mostraba terror, pronto los animales preferían morir de sed antes que acercarse al río y cada vez aparecían más piedras apiladas, la gente aburrida de esto empezó a derribarlas, pues un par de éstas sería suficiente para una pura persona.
Resultó que las piedras apiladas eran por todas las personas que Mul Gwishin había ahogado.
El color rojo
La leyenda del color rojo. Una leyenda de corea de miedo es aquella que se llama “La leyenda del color rojo” Esta historia comienza en una escuela convencional, donde un joven adolecente se encuentra perdidamente enamorado de su profesora, esta atracción era realmente dañina para el joven que se quedaba toda la clase mirando a su profesora e imaginando los más imposibles escenarios románticos, esto hacia que no prestara realmente ninguna atención a las clases ni a lo que debía aprender, entonces en los exámenes reprobaba siempre de la manera más miserable. La profesora era consciente de los sentimientos del joven y también se daba cuenta de cómo el adolescente se quedaba observándola, esto no solo le incomodaba, sino que también le enfurecía y para lograr que el joven dejara de quererla ella se esforzaba por humillarlo cada vez que reprobaba un nuevo examen, por ejemplo, hacia público cuando el joven se equivocaba en cada una de las respuestas, leyendo los errores en frente de toda la clase, también lo llamaba al frente para que repitiera el tema que se había visto en la última hora, pero el joven siempre respondía todo mal y terminaba humillado por todo el salón. Eventualmente el joven se sintió cada vez peor y terminó por saltar desde la ventana más alta de su casa para acabar con su vida, en la escuela inmediatamente sintieron la falta del joven y al poco tiempo las autoridades informaron a la profesora del triste final, a lo que la misma reaccionó con total indiferencia, lo único que hizo la profesora fue comenzar la clase con toda normalidad y luego tachó el nombre del difunto alumno con una fuerte línea roja. Esa misma tarde la profesora se quedó revisando las evaluaciones hasta tarde, cuando terminó se dispuso a irse a su casa, en el pasillo se encontró a un alumno de espaldas, esto le pareció raro pues ya era de noche así que lo llamó, el joven se dio vuelta y ella se dio cuenta que era el difunto alumno enamorado, solo que ahora tenía una horrible línea roja que le atravesaba la cara, la mujer se desmayó del susto y luego comenzó a repetir esta historia sin parar, una y otra vez, incluso luego de que la llevaron al manicomio continuo relatando esta historia por el resto de sus días.
Gumiho
Un gumigo es lo que aparece en los cuentos o leyendas orales de corea del sur y son similares a los hombres lobo, un zorro de nueve colas poseedor de un gran poder, sabiduría y en ocasiones una gran maldad.
El Gumiho casi siempre es tratado como una figura benigna que se alimenta de carne humana.
La mayoría de las leyendas afirman que mientras un Gumiho era capaz de cambiar su aspecto, se podría observar rasgos del zorro (es decir, una cara de zorro con un conjunto de orejas o las 9 colas).
La madre terminó de trabajar cuando ya era noche cerrada. Acomodó el paquete de pasteles de arroz que le habían regalado en el banquete sobre su cabeza pensando en lo mucho que les gustaría a los niños y se puso en camino para volver a su casa. La madre iba con mucho miedo, porque se escuchaban aullidos y gruñidos de animales salvajes, pero se dio ánimo pensando en sus hijos que la esperaban en casa. Cuando cruzó la primera cuesta, un enorme tigre saltó de la oscuridad y se le interpuso en el camino. Olfatéandola con sus narices, el tigre le preguntó qué llevaba sobre la cabeza y la madre no tuvo más remedio que contestarle que eran pasteles para sus hijos. El tigre se le acercó amenazante y le dijo: “Si me das un pastel, no te devoraré”. La madre se lo dio enseguida y salió corriendo. Al cruzar la segunda cuesta, volvió a aparecer el tigre y la amenazó del mismo modo. La escena se repitió hasta la décimo novena cuesta, cuando a la madre se le acabaron los pasteles. El tigre lanzó entonces un terrible rugido de enojo y, sin escuchar sus ruegos, devoró a la madre en un santiamén.
Pero al tigre no se le aplacó el hambre y al descubrir una luz en una casita que estaba al término de la vigésima cuesta, se dirigió a ella. En ella esperaban los niños a su madre sin imaginar nada de lo ocurrido. El tigre tocó fuerte a la puerta e imitando la voz de la madre les dijo a los niños que abrieran. Los niños se dieron cuenta del engaño y le pidieron que mostrara su mano por el resquicio de la puerta. Al ver la pata del tigre, los niños escaparon aterrorizados por la puerta trasera y se subieron al árbol que estaba junto al pozo del patio. El tigre se dirigió al pozo y al ver el reflejo en la superficie del agua, descubrió a los niños en la copa del árbol. Riendo les preguntó: “Niños, ¿cómo habéis subido tan alto?” Al niño se le ocurrió una treta para engañar al tigre y le respondió: “Nos pusimos aceite de sésamo en las manos.” Como el tigre era feroz, pero muy tonto, fue a la cocina y se embadurnó las patas con aceite. Y cada vez que intentaba trepar, se resbalaba sin remedio. Los niños se rieron con ganas y la niña le dijo a su hermano por lo bajo: “¡Qué tigre más tonto! No se da cuenta que podría subir clavando hachazos sobre el tronco.” Pero el tigre escuchó a la niña y trajo enseguida un hacha, con el que comenzó a subir a grandes trancos, relamiéndose de gusto al pensar en el festín que se daría. Aterrorizados, los niños comenzaron a llorar. El mayor rezó entonces con todo su corazón: “¡Dios del cielo, si quieres salvarnos la vida, envíanos una soga!” Enseguida cayó una cuerda de paja y suspendidos de ella, los niños desaparecieron entre las nubes. El tigre se quedó frustrado, pero no se dio por vencido y también rezó en voz alta: “¡Dios del cielo, apiádate de este tigre hambriento y lánzame también una soga!” Enseguida bajó otra cuerda de paja y el tigre se aferró contento a ella. La cuerda comenzó a subir y subir, pero cuando estaba a punto de desaparecer entre las nubes, se deshizo en pedazos y el tigre cayó sobre un campo de sorgo, tiñéndolo de rojo con su sangre. ¿Qué había pasado? El cielo le había enviado una cuerda de paja podrida para castigarlo por sus maldades. Los niños, por su parte, se convirtieron el uno en el sol que alumbra el día y la otra, en la luna que ilumina la noche.
Huan-ung bajó a la tierra, construyó una aldea en la montaña Baekdusan, y comenzó a reunir a su pueblo. En aquel entonces, en un lugar no muy lejano de donde vivía Huan-ung, habitaban un tigre y una osa que deseaban convertirse en personas. El tigre y la osa buscaron a Huan-ung y le pidieron que los convirtiera en personas, a lo que Huan-ung respondió, mientras les ofrecía ajo y artemisa: "Durante 100 días viviréis dentro de una caverna sin ver la luz del sol y alimentándoos solamente de esto, y os podré convertir en personas".
La osa y el tigre cogieron el ajo y la artemisa y entraron en una caverna oscura como la noche. El tigre no pudo aguantar el hambre, por lo que al poco tiempo salió corriendo de la cueva, pero la osa aguantó los 100 días y se convirtió en una hermosa mujer.
La osa convertida en mujer quiso casarse, por lo que Huan-ung se tranformó temporalmente en un hombre y se casó con ella. El hijo nacido de este matrimonio fue Dangun, el fundador de la primera Corea. Buscando un mejor lugar para vivir, Dangun bajó de la montaña Baekdusan, y en ese lugar fundó un país al que llamó "Gojoseon".
El Gumiho casi siempre es tratado como una figura benigna que se alimenta de carne humana.
La mayoría de las leyendas afirman que mientras un Gumiho era capaz de cambiar su aspecto, se podría observar rasgos del zorro (es decir, una cara de zorro con un conjunto de orejas o las 9 colas).
En la transformación de la Gumiho (구미호의변신), un Gumiho se transforma en una imagen idéntica a una novia en una boda y sólo se descubre cuando se quitan la ropa. A pesar de que tienen la capacidad de cambiar de forma, la verdadera identidad de un Gumiho se decía que era celosamente guardado por ellos mismos. Una versión de la mitología, sin embargo, sostiene que con la voluntad suficiente, un Gumiho adicional podría ascender desde su yokwe (monstruo) y convertirse en permanente estado humano y perder su carácter malvado. Explicaciones de cómo esto podría lograrse varían, pero a veces incluyen aspectos tales como abstenerse de matar o degustar carne durante mil días.
El sol y la luna
Había una vez una pareja de hermanos que vivían con su madre viuda en lo profundo de un valle montañoso. Para mantener a sus hijos, la madre trabajaba realizando labores domésticas en las casas de las aldeas vecinas. Un día la requirieron en un banquete que se hacía en un pueblo muy lejano. Antes de salir de casa, la madre advirtió a sus hijos: “Niños, hoy debo ir a trabajar a una casa que está cruzando veinte cuestas desde aquí. Así que cuando oscurezca, cierren bien la puerta y no le abran a nadie hasta que yo vuelva”. Los niños asintieron y despidieron a su madre, que se alejó saludándoles con la mano. Se hizo noche oscura, pero la madre no volvía. La niña le dijo a su hermano mayor: “Tengo miedo, ¿por qué no vendrá mamá?” El niño la tranquilizó diciéndole: “Recuerda que se ha ido a trabajar a una casa a veinte cuestas de aquí. Seguro que se retrasa por eso. Ten paciencia.”
La madre terminó de trabajar cuando ya era noche cerrada. Acomodó el paquete de pasteles de arroz que le habían regalado en el banquete sobre su cabeza pensando en lo mucho que les gustaría a los niños y se puso en camino para volver a su casa. La madre iba con mucho miedo, porque se escuchaban aullidos y gruñidos de animales salvajes, pero se dio ánimo pensando en sus hijos que la esperaban en casa. Cuando cruzó la primera cuesta, un enorme tigre saltó de la oscuridad y se le interpuso en el camino. Olfatéandola con sus narices, el tigre le preguntó qué llevaba sobre la cabeza y la madre no tuvo más remedio que contestarle que eran pasteles para sus hijos. El tigre se le acercó amenazante y le dijo: “Si me das un pastel, no te devoraré”. La madre se lo dio enseguida y salió corriendo. Al cruzar la segunda cuesta, volvió a aparecer el tigre y la amenazó del mismo modo. La escena se repitió hasta la décimo novena cuesta, cuando a la madre se le acabaron los pasteles. El tigre lanzó entonces un terrible rugido de enojo y, sin escuchar sus ruegos, devoró a la madre en un santiamén.
Pero al tigre no se le aplacó el hambre y al descubrir una luz en una casita que estaba al término de la vigésima cuesta, se dirigió a ella. En ella esperaban los niños a su madre sin imaginar nada de lo ocurrido. El tigre tocó fuerte a la puerta e imitando la voz de la madre les dijo a los niños que abrieran. Los niños se dieron cuenta del engaño y le pidieron que mostrara su mano por el resquicio de la puerta. Al ver la pata del tigre, los niños escaparon aterrorizados por la puerta trasera y se subieron al árbol que estaba junto al pozo del patio. El tigre se dirigió al pozo y al ver el reflejo en la superficie del agua, descubrió a los niños en la copa del árbol. Riendo les preguntó: “Niños, ¿cómo habéis subido tan alto?” Al niño se le ocurrió una treta para engañar al tigre y le respondió: “Nos pusimos aceite de sésamo en las manos.” Como el tigre era feroz, pero muy tonto, fue a la cocina y se embadurnó las patas con aceite. Y cada vez que intentaba trepar, se resbalaba sin remedio. Los niños se rieron con ganas y la niña le dijo a su hermano por lo bajo: “¡Qué tigre más tonto! No se da cuenta que podría subir clavando hachazos sobre el tronco.” Pero el tigre escuchó a la niña y trajo enseguida un hacha, con el que comenzó a subir a grandes trancos, relamiéndose de gusto al pensar en el festín que se daría. Aterrorizados, los niños comenzaron a llorar. El mayor rezó entonces con todo su corazón: “¡Dios del cielo, si quieres salvarnos la vida, envíanos una soga!” Enseguida cayó una cuerda de paja y suspendidos de ella, los niños desaparecieron entre las nubes. El tigre se quedó frustrado, pero no se dio por vencido y también rezó en voz alta: “¡Dios del cielo, apiádate de este tigre hambriento y lánzame también una soga!” Enseguida bajó otra cuerda de paja y el tigre se aferró contento a ella. La cuerda comenzó a subir y subir, pero cuando estaba a punto de desaparecer entre las nubes, se deshizo en pedazos y el tigre cayó sobre un campo de sorgo, tiñéndolo de rojo con su sangre. ¿Qué había pasado? El cielo le había enviado una cuerda de paja podrida para castigarlo por sus maldades. Los niños, por su parte, se convirtieron el uno en el sol que alumbra el día y la otra, en la luna que ilumina la noche.
Mitos
Dangun
Hace mucho tiempo en el reino de los cielos vivía el rey del cielo, llamado Huan-in. Huan-in tenía un hijo llamado Huan-ung que, en vez de vivir en el cielo, deseaba bajar y vivir en la tierra. Huan-in supo del deseo de su hijo y le permitió bajar y reinar en la tierra. Para ayudarle a gobernar la tierra, envió con él a la lluvia, las nubes y el viento, junto con 3.000 súbditos.
Huan-ung bajó a la tierra, construyó una aldea en la montaña Baekdusan, y comenzó a reunir a su pueblo. En aquel entonces, en un lugar no muy lejano de donde vivía Huan-ung, habitaban un tigre y una osa que deseaban convertirse en personas. El tigre y la osa buscaron a Huan-ung y le pidieron que los convirtiera en personas, a lo que Huan-ung respondió, mientras les ofrecía ajo y artemisa: "Durante 100 días viviréis dentro de una caverna sin ver la luz del sol y alimentándoos solamente de esto, y os podré convertir en personas".
La osa y el tigre cogieron el ajo y la artemisa y entraron en una caverna oscura como la noche. El tigre no pudo aguantar el hambre, por lo que al poco tiempo salió corriendo de la cueva, pero la osa aguantó los 100 días y se convirtió en una hermosa mujer.
La osa convertida en mujer quiso casarse, por lo que Huan-ung se tranformó temporalmente en un hombre y se casó con ella. El hijo nacido de este matrimonio fue Dangun, el fundador de la primera Corea. Buscando un mejor lugar para vivir, Dangun bajó de la montaña Baekdusan, y en ese lugar fundó un país al que llamó "Gojoseon".
Haechi, el guardián de Seúl
En cuanto ahondamos un poco acerca de los diversos palacios de la capital no tardaremos en ver estas peculiares esculturas que guardan sus entradas. Se trata de Haechi (해치), también conocida como Haetae, un animal legendario de la antigua mitología china y coreana cuya figura podría ser confundida a primera vista (y desde una mirada occidental) con un león pero que en realidad es un perro con cabeza de león de la que cuelga un cascabel/campana, con alas, recubierto de escamas y capaz de comer fuego. Es por eso que se cree que Haechi protege de los fuegos, desastres y representa la justicia, integridad y la buena fortuna.
Estas esculturas se usaron en la arquitectura tradicional coreana sobre todo al principio de la dinastía Joseon, ya que creían que su imagen era capaz de proteger Hanyang (actualmente Seúl) de los desastres naturales y mantener la ley y el orden en la población. La capital ha usado oficialmente a Haechi como el símbolo de la ciudad desde 2008 y ha promovido su imagen creando numerosos souvenirs para que extranjeros y nativos unan este animal a la ciudad de Seúl. Tal fue el impulso que recibió el símbolo de la ciudad que crearon unos dibujos animados para niños en el que SNSD tuvo el honor de participar en la BSO. Aquí os dejamos la canción para que podáis disfrutarla.
perfecto :)
ResponderBorrar